Por extraño que pueda resultar a quien no esté completamente familiarizado con la cultura de la cerámica, y más concretamente del ladrillo, este producto ha sido objeto de estudio, análisis y evolución desde sus primeras manifestaciones en el neolítico hasta llegar a nuestros días, periodo el actual en el que interviene de manera decisiva la tecnología.
El modelado, faceta cuasi inmutable
Como si de un niño jugando con la arena en la playa se tratase, en el carácter rudimentario del modelado de los ladrillos reside la base de su fabricación actual: en Mesopotamia bastaba con molde de madera abierto en su parte inferior para, presionando hacia abajo con este el barro, obtenerlos. A partir de ahí fueron apareciendo bloques en los que almacenar los moldes a fin de conseguir producir más ladrillos de una misma tacada, bandejas de carga para su transporte o aún primitivos hornos de cocción.
En la actualidad todos estos arcaicos procesos son sustituidos por técnicas de la más absoluta vanguardia que permiten que la fabricación de ladrillos sea tan ágil y productiva como la demanda del mercado exige (en nuestras fábricas podemos fabricar una cifra cercana al millón de ladrillos en tan solo un día).
Paradójicamente, y a pesar de la multitud de descubrimientos y avances aplicados al sector cerámico, el cliente suele perseguir un acabado tradicional, algo que no es ajeno a multitud de sectores productivos de muy diferente índole.
En cuanto a los hornos, una de las piedras angulares de la fabricación de ladrillos, tanto el presente como el futuro se dirigen a la eficiencia productiva y energética, principalmente para que el impacto de la actividad cerámica se reduzca a su mínima expresión, conviviendo así el sector con el medio ambiente de manera responsable. A este respecto, ya en 1880 se probó a fabricar ladrillos a partir de una base de silicato de calcio que no necesitan más que vapor de agua para ser secados; no obstante, este tipo de producto fue sustituido por los bloques de hormigón que utilizan cemento Portland, un componente que se aleja de una construcción sostenible, con lo cual hemos de referirnos, una vez más, a la optimización de recursos y procesos como solución al asunto medioambiental.
La construcción y la albañilería
La consideración de fabricante de ladrillos y albañil es, teniendo en cuenta que en este post mencionamos civilizaciones como la mesopotámica, relativamente reciente: las casas de adobe tenían como inquilinos a sus propios constructores.
El sector de la albañilería es, quizá, el que menos evolución ha sufrido, pues si bien en la actualidad podemos encontrar alguna señal de maquinaría destinada a cubrir el trabajo hasta ahora reservado al albañil que nos pueda dar pistas de lo que venga en el futuro, en la actualidad el factor humano en este sentido sigue siendo imprescindible.
El diseño y la arquitectura
En el lado opuesto, diseñadores, ingenieros y arquitectos son aquellos cuya labor más cambios ha experimentado, en gran medida por la necesidad actual de obtener resultados y poder ofrecerlos al cliente antes de que el propio producto se materialice, bien sea este un ladrillo, una construcción, etc.
En el campo de la arquitectura, por ejemplo, si bien el profesional puede sentirse más libre en la proyección de su trabajo al disponer de muchas más posibilidades para llevarlo a cabo, esta autonomía conlleva la enorme responsabilidad de familiarizarse con cada una ellas para evitar verdaderos problemas futuros, con lo que la preparación y tecnificación dentro de este ámbito se presupone en continua y exigente evolución en el futuro.