La celosía tiene su origen en la Antigüedad. Los registros ubican la primera conocida en el Templo de Karnak, Antiguo Egipto. Desde ahí, pasando por Grecia llegó al resto del mundo atravesando espacio y tiempo hasta llegar a nuestros días.
En la actualidad, la celosía no solo supone una forma de proteger nuestra intimidad (el origen de la palabra viene del latín zelus –celo–), sino que ha tenido un papel relevante de cara a un acabado elegante en las fachadas de diversas construcciones, además de ser un recurso económico para climatizar cualquier edificio.
El alto valor estético ya mencionado que la celosía confiere a los edificios, tanto en interior como en exterior, tiene una serie de ventajas en cuanto a comodidad y ahorro se refiere.
Estos beneficios dejan patente el conocimiento de las civilizaciones antiguas de la eficacia más que probada de la celosía en sus construcciones.
Iluminación natural
Al tratarse de paredes con oquedades, la celosía permite la entrada de luz solar de forma limitada según el momento del día. Por ende, favorece el ahorro en luz eléctrica de forma considerable.
Protección acústica
Por su diseño, una celosía es más aerodinámica que una pared contra la cual el aire impacta y, por tanto, también el sonido. La celosía permite la distribución del impacto acústico por sus vacíos, aumentando el aislamiento en el interior del edificio.
Protección de la fachada
Como añadido exterior, supone una protección de la fachada y un respaldo extra para la estructura del edificio. Y, por supuesto, enriquece la estética de la construcción dotándola de un carácter distintivo con respecto a la arquitectura que la rodea.
La celosía es uno de los recursos arquitectónicos del futuro
Es fácil observar las bondades de este elemento que, si bien siempre ha estado ahí, ahora adquiere especial relevancia en la arquitectura pasiva. Este recurso supone no solo un ahorro, sino una mejora en el comportamiento con respecto al medioambiente y, por ende, una mejor calidad de vida en general. La reducción de consumo no solo implica el citado ahorro económico, también una reducción de la emisión de gases de efecto invernadero; lo que se traduce en la garantía de un futuro habitable.
Ya en la arquitectura vernácula, las casas pasivas trataban de aprovechar al máximo la geometría y los materiales del edificio, así como las condiciones meteorológicas, para alcanzar el confort con el mínimo esfuerzo. Actualmente, en La Paloma producimos celosías que reúnen las cualidades necesarias para hacer de un edificio el paradigma de la eficiencia pasiva, desmarcándolo del canon contemporáneo para evocar nuevos conceptos arquitectónicos.